Si bien la historia del arte ubica al collage dentro de las “formas abstractas del arte”, a comienzos del siglo XX, me permito considerar al collage como una yuxtaposición de elementos, de capas, de texturas, de significados, que se da desde tiempos inmemoriales.
Quizás la forma de hacer collage que Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris - desde el cubismo- y las nacientes corrientes del dadaìsmo y el surrealismo de principios del siglo pasado sea una forma de re-crear, de re-presentar, de volver hacia aquella inabarcable tradición del collage, que se extiende más allá de la memoria.
Aquellos enormes artistas utilizaron los elementos que su mundo convulsionado les desparramaba: diarios, objets trouve, restos de la vida cotidiana que provenían de las nacientes usinas de mercancías y retazos de sus propias obras. Quizás sean los dadaístas los que llevaron más al extremo su crítica a la sociedad racional y occidental, supuesta hija del iluminismo, que hubo de engendrar en ese entonces, la "gran guerra" europea y su crisis posterior.
Aquellos enormes artistas utilizaron los elementos que su mundo convulsionado les desparramaba: diarios, objets trouve, restos de la vida cotidiana que provenían de las nacientes usinas de mercancías y retazos de sus propias obras. Quizás sean los dadaístas los que llevaron más al extremo su crítica a la sociedad racional y occidental, supuesta hija del iluminismo, que hubo de engendrar en ese entonces, la "gran guerra" europea y su crisis posterior.
Gracias a ese gran paso, aquella gran propuesta estética, el sistema del arte -comprendiendo a éste como la suma de los actores: instituciones, artistas, coleccionistas, galeristas y marchands- comenzó a considerar a ciertas obras que hubieran sido relegadas a bocetos, pruebas, ensayos o diarios personales de los artistas como obras de arte per-se.
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Para profundizar sobre estas ideas, iré compartiendo diferentes artículos que aborden éstas aristas, desde lugares a veces insospechados,
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