Ensayo sobre rostros - Instalación en El Cultural Espacio de Arte - Abril 2016



 

Qué es un rostro,  sino un portal.
Qué significa el morderse los labios o esconder la lengua.
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Si nos miráramos a los ojos, tan sólo una vez,  quizás nos entenderíamos, dejando atrás todo palabrerío. Una mirada puede despertar un cuerpo dormido. Una sonrisa puede abrir un mundo.
Y, si los velos pudieran caerse, arrugarse; si fuera así, que sería entonces.
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¡Basamos el contacto en la distancia!
¿Qué nos diremos cuando nos conozcamos en verdad?
¿Podés imaginarlo?
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Nuestro rostro nos dice cómo han sido nuestros días. Aquello que nos trajo hasta aquí: una mueca vacía o una sonrisa profunda. Una frente golpeada o pómulos cansados. No podemos mentirnos, no a nosotros.
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Admitámoslo. Los espejos engañan. Aceptamos la adulteración inevitable en nuestro desmayo preciso de todas las mañanas. La imagen del espejo es sólo una aproximación que damos por cierta: como los mapas y la tierra, como los pronósticos televisivos y el cielo celeste; es una relación un poco dudosa.
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Hay prácticas que proponen este juego: dejar de vernos al espejo, al menos un par de días. Hacer descansar a nuestro ego.
Despertar del sueño y recordarnos cómo éramos, cómo somos ahora mismo. Quizás, eso que ayer fuimos, no está más. Quizás podemos olvidar lo recordado y hacer un espacio nuevo.

Observar el punto infinito del iris y sonreír, frente al día que amanece siempre allí.
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Panorámica de la sala

Invitación

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